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15. CESACIÓN O TÉRMINO DE LA VIDA

  • Pajas Bravas
  • 13 ene 2014
  • 2 Min. de lectura

Me amigué con la muerte. No es un mensaje suicida, simplemente una confesión. No me muero por morirme, pero tampoco me mato si me muero. Lo que quiero decir es que desde el momento en que mis padres me gestaron sucumbir no es una posibilidad, es un hecho. Entonces, teniendo esto claro me obligo a vivir cada día plenamente. La muerte, uuh que palabra dura. ¿Será que lleva “u”? Siempre sentí a la “u” como la mafiosa de las vocales, narcotiza las palabras, las embota y las vuelve insensibles. Muerte, defunción, eutanasia, hora suprema, sueño profundo, Fausto, todas con “u”. Si le quitamos el dramatismo que le quiere imponer la palabra, se suaviza y se vuelve amistosa. Lo digo con la seriedad que requiere el tema, pero con el humor que se merece. En mi condición francamente cristiana, mi brainstorming de la muerte era tan idílico como infantil: nubes, blanco, arpas, caminos de oro, ángeles, coro gospel, Sueiro, el Libro de la Vida. Pero en la sinceridad de mi conciencia las palabras que resonaban eran: oscuridad, dureza, tenebrosidad, tinieblas, frialdad, rigidez, mordor, gusanos, pus, impuntualidad. Desde Abel a la actualidad, nadie logró burlarla. Es implacable aunque la madre de Sylvestre Stallone no quiera admitirlo. Muchas veces vi personas de variadas índoles despidiendo familiares que en sus últimos suspiros grabaron en sus rostros un semblante de paz y una sonrisa apacible y serena. Mi hija se durmió con la tranquilidad y la calma que la caracterizaban. Tenía en su carita la felicidad del reposo merecido. La misma cara que se pone cuando uno apoya la cabeza en la almohada fresca después de un día agitado y agobiado. Esa misma cara. De un regodeo delicioso, de complacencia, de gozo, de algodones de azúcar rosa, de “no vuelvo ni loca”. Mi hija debe haber visto algo increíblemente hermoso del otro lado ya que estaba celestial. Porque tengo una personita esperándome es que me amigué con la muerte. Pasó de ser una relación de dominación y sumisión a una relación win-win. Si me quedo, gano, si me voy, también. Pero… ojalá llegué más tarde que temprano. Me gustaría vivir hasta que el Alzheimer me permita recordarlo. Voy a tener un marido viejito con quien viajar por Asia, tendré nueras que digerir, nietos que malcriar, hermanas con quien ir convirtiéndonos en aquello que criticamos de nuestra adorada madre, tengo que enamorarme del tango, limpiar mis prótesis dentales con Corega Tabs, ¡tengo una vida por vivir! Es innegable que estiraremos la pata algún día, mi deseo es estirarla con orgullo. Que me saquen con el pecho en alto, que envidien mi expresión satisfecha, que me dejen abrazar a mi hija, y si me van a velar a cajón abierto, ¡que se tomen el trabajo de plancharme el pelo!

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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