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14. LO QUE NO MATA, ¿FORTALECE?

  • pajasbravas
  • 10 ene 2014
  • 2 Min. de lectura

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Lo que no mata, no necesariamente fortalece. O por lo menos, no fortalece por el mero hecho de no haberte matado. Algunas permanecen en tu vida como fantasmas. Y en vez de fortalecerte, te marchitan. Depende de la robustez de cada uno levantarse y... seguir andando. En mi caso, la primaria me produce un sentimiento de repulsión. Hubo tantas tardes en que volvía a casa llorando, rogándole a mi mamá que me cambiara de colegio. Sufrí durante años la crueldad de los que hacen grande su liderazgo a base de tortura y hostigamiento. En esos años, mi pelo enrulado era el centro de las burlas del grado. Me llamaban “enchufada”, “Valeria Araña”, el portero del colegio me decía “virulana” y los chicos con los que pasaba las vacaciones en Córdoba me apodaban “paja brava”. Intentaba tomármelo con gracia y mostrar indiferencia, pero mi autoestima estaba en coma inducido. Las soluciones de mi madre eran muy variadas, pero poco efectivas. Ella me insinuaba que si me burlaban era porque me tenían envidia… ja! Esto nunca funcionó. No había ni la más mínima posibilidad de que alguien ni remotamente pudiera envidiar mi madeja. Mi pobre mamá, que disimulaba el dolor que le producía verme quebrada, un día se liberó y en una confidencia agobiada me pidió perdón por haberme confeccionado estéticamente enmarañada. Si el pelo largo ocasionaba tanta aflicción entonces probaba cortándomelo corto tipo Dieguito Maradona, pero esto empeoraba la situación cuando la mata comenzaba su obstinado ascenso. Las trenzas, mis mejores amigas. Gruesas, pesadas, eran cabos secos y deshilachados que domaban la melena. Las adopté toda la primaria, las aproveché en la secundaria e inclusive abusé de ellas en la facultad. La humedad era tóxica para mi salud. A la edad en que el promedio anual de pesadillas femeninas era asistir al colegio desprovista de bombacha, la mía consistía en compadecer con el pelo suelto. Y aguantar. De eso se trataba la primaria, de aguantar la ola de burlas que, si no mostraba resistencia, pasaría aplacada. Hoy, esos chistes y burlas dejaron mella. Y si no fui tapa de diarios por haberme desquitado fue, porque en mi caso, esto no me mató. ¿Me fortaleció? Para nada. Mi pelo es el centro de mis pensamientos, planifico el lavado para tener tiempo de plancharlo aunque tenga que hacerme el brushing en la madrugada. Con respecto a mis compañeros que percudieron y machucaron mi autoestima, están perdonados. Pero por más lacio y brillante que tenga el pelo hoy, cuando me junto con ellos me reseco y opaco. La falta de seguridad y de confianza se la debo a estos hermosos años que intentaron matarme, que no pudieron, pero ciertamente dejaron mi alma aislada en suelo árido y pedregoso… justamente como una paja brava.

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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