5. MI FORTUNA
- Pajas Bravas
- 27 dic 2013
- 2 Min. de lectura
El ahorro es el principio de la fortuna. Punto. Una frase que se aplica en todos los casos para todas las personas. El significado de ”fortuna” es lo que varía en cada individuo, y eso es personal e intransferible. Es cierto que los valores que mamamos en la niñez permeable, las circunstancias vividas y escarmientos soportados hacen que se modele una personalidad, pero también confío en el ser humano, semejante o no a Dios, y en la condición de “único” que nos sugiere nuestro tramado ácido desoxirribonucleico. Y así, las fortunas son tan contrarias como opuestas. El “ahorro”, en cambio, es el mismo en todos los casos. En todos implica un sacrificio, comenzar con lo imperceptible, con lo inapreciable. Nos demanda paciencia, perseverancia, lentitud y suavidad. Con el tiempo, lo microscópico se hace evidente y lo invisible, real. En algunos casos, el ahorro puede comenzar con la primera materia aprobada y la fortuna ser una vida profesional de excelencia. En otros, la primera raqueta. La primera sesión de quimioterapia. El eva-test positivo, o el coraje de arrancar con tratamientos de fertilización, o el brío de anotarse en la mansa lista de adopción. En muchos casos, el dinero, las propiedades, las haciendas, los bonos, las maletas pesadas de corrupción también constituyen fortunas. (En mi humilde opinión, en estos ahorros siento la aridez del desierto de la miseria, la carencia y, en la vejez cansada, el fracaso). Mi fortuna… ahhh, es tan mía que me hace llorar. Me colma toda, me llena cada espacio sin dejar nada al azar. Es mi tesoro y yo soy millonaria. Valió la pena el esfuerzo del ahorro, los sueños, los suspiros a la distancia, la incertidumbre. Mi fortuna y yo somos complementarios. Nos balanceamos y navegamos las tormentas, nos entregamos al abismo y entre sobresaltos somos sumamente felices. Mi fortuna, que es mi riqueza, a quien le confío mi vida, no tiene posesiones. Y si las tiene, no las quiero. Porque sus patrimonios son su alma y su desnudez que exhiben lealtad, rectitud, honradez y decencia. Qué raro, mi fortuna no son mis hijos. Ellos son los extraordinarios intereses de mi colosal fortuna. Heredan gran parte de ella, pero mi fortuna, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, hasta que ni la misma muerte nos logre separar… mi fortuna es mi marido. Y soy la más afortunada.
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