3. VIGENCIAS QUE VENCEN
- Pajas Bravas
- 22 dic 2013
- 2 Min. de lectura
Como somos, bah, como soy. Corro todo el día atrás de vencimientos y descuido las vigencias. Hoy logré tomar un papel y dejar que mis manos garabateen un poco para que le recuerden a mi discernimiento que no olvide lo esencial. Mi abuela está vigente, por ejemplo. Aunque su vencimiento esté cerca en lo que a mis horarios se refiere, en su reloj arcaico y jadeante, es unaeternidad. La prolongación de mis fines de semana es indirectamente proporcional a lo bien que la paso. Lo mismo le pasa a ella que, según sus dichos, sus fines de semana son perpetuos. La miro caminar molesta, cargada de años y acumulación de sufrimientos. También de logros y placeres pero no parecen acumularse en su andar. Su cuerpito, tan ágil como el de mi bebé, me habla de fragilidad. Que linda que es. Si su lucidez le permitiera, sería sin dudas la más sabia de todas. Y sus manos, con la que abrigó a centenares de bebés en todo el mundo y cocinó las mejores carnes, hoy son el retrato mismo de una vida colmada de diligencias. Es quién más atesora los minutos que le regalo, o quién contesta con el falsete más sincero a un “I love you”. Mi abuela pide tan poco, y ofrece el mundo. Enmendar la relación con mi padre es otra vigencia. Ésta es algo más complicada porque me demanda mucha energía. No pretendo volver a los Ingalls que éramos, con enderezarla un poco me conformo. Son dos caminos que se separan. No puedo precisar en qué momento nos soltamos la mano, ni quién tomó un sendero distinto. Mi papá. Que linda palabra. Mucho más linda que viejo. Y cuando lo miro no puedo negar que es mucho más “mi viejo” que “mi papá”. A la edad en que mis rulos ya eran un tema, mi papá era el hombre de mi vida. No había nadie más fuerte ni más inteligente. Nadie sabía tanta matemática, nadie había estudiado tanto el libro de Apocalipsis, y nadie estaba más enamorado de mí. Me llevaba a todos los torneos de atletismo y, lo juro, siempre vi sus ojos en la tribuna, siempre. Qué lindo papá tuve. El más lindo de todos. Hoy somos casi desconocidos. No sé qué piensa, no sé en quién piensa, no sé donde está, no lo conozco. Y me da mucha pena, y enojo, y bronca. Este garabato cumplió su encargo, mi discernimiento puso en cause estas dos vigencias que tengo que priorizar porque los tiempos no me pertenecen, pero las culpas sí.








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